Tal vez esta entrada vaya a
ser diferente al resto, pero hace unos días una amiga me preguntó: ¿Pero
entonces, tú en qué crees? Me quedé parada pensando y la respondí. Ella no lo
entendió, y me sentí en la “obligación” de explicárselo, sin embargo en aquel momento
no me había parado a pensar el porqué, así que tras reflexionar he decidido
hacer esta entrada, explicándolo. Así cuando vuelvas de tus vacaciones lo
entenderás amiga.
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Hay
gente que dice que los humanos necesitamos creer en alguien o algo superior, a
quien algunos llaman Dios, Karma, Zeus… Y necesitamos creer en ello porque
tenemos miedo a lo que no sabemos, necesitamos darle una respuesta a la
pregunta ¿Para qué estamos aquí?, o simplemente necesitamos mitigar el temor a
la muerte.
Dicen
que aquellos que viven su fe con gran fuerza son mucho más felices porque
encuentran una respuesta a todas las anteriores preguntas. Sin embargo (y lo
digo por experiencia), esa fe tal vez a ti no te llene, no te haga feliz y no
te deje tranquilo. Así que hace un tiempo comencé a buscar diferentes “fes” que
existen buscando alguna que me fuera como anillo al dedo. Y la verdad me
sorprendí por la cantidad de fes y sus distintas ramas, había muchísimas más de
las que me imaginaba. Sin embargo, aunque existan millones de ellas todas
tienen algo que no me acaba de convencer (algunas más que otras eso es cierto).
De forma que no adopté ninguna. ¿Entonces, soy atea? No. El hecho de que
ninguna de las religiones o filosofías de vida se ajusten a ti, no significa
que tengas que ser forzosamente ateo (al menos bajo mi punto de vista). Tú
mismo puedes decidir en que creer o en que no creer.
Entonces…
¿En qué creo? Yo creo en las personas, en los buenos actos, en los sentimientos
humanos. A los buenos actos, a las personas “santas” algunas fes las denominan
milagros, yo simplemente creo que es la esencia del ser humano, la bondad que
ahonda en cada uno de nosotros, y que cada cual lo tiene en diferente medida y
lo entiende como quiere. Respecto a lo que hay después de la muerte, ni lo sé,
ni me importa, cuando llegué el momento lo sabré, porque tal y como dicen en mi
familia: “Cuando llegue el problema abórdale, hasta entonces si no tiene
solución ¿Para qué te preocupas? Vive el momento”.